La Euskadi rosa

Tocan elecciones para elegir a quienes van a llevar durante los próximos cuatro años las riendas de este pequeño país de múltiples nombres y de variados colores. Existe, por desgracia, una Euskadi negra, la de los fanáticos que asesinan a sus semejantes por pensar de forma diferente o ejercer una profesión determinada. Mas existe, también, una Euskadi, a veces verde otras ocre, compuesta por centenares de montañitas pobladas por árboles variopintos y ricos valles; una Euskadi de color arena, que es lamida de continuo por las lenguas de un mar azul vigoroso. Hubo una Euskadi roja, la del fuego que expulsaban los altos hornos, la del primitivo socialismo que soñaba con una sociedad sin clases. Y, en fin, podríamos seguir sacando colores a un país diverso, contradictorio, atormentado y autocomplaciente a la vez, vividor y constreñido al mismo tiempo, de amores ocultos y de pasiones reprimidas¿.Hoy, al trasluz de las papeletas de voto que los electores vascos y vascas depositarán en las urnas, hablaremos de la Euskadi rosa.

Una Euskadi, por cierto, bastante más rosa de lo que much@s puedan imaginar. Comenzó dando cobijo en las faldas de la archiconocida "cuesta del culo" de San Sebastián -el lugar más divino de la ciudad, como no podía ser de otro modo- a cientos de hombres homosexuales locales y foráneos que, mientras concertaban citas cargadas de esperanza, miraban con temor hacia el "Azor", el buque de los infiernos que, tripulado por aquel generalísimo de voz aflautada, fondeaba cada agosto en las aguas señoriales de la Concha. Después, al poco de que el dictador fascista fuese a morar al Valle de los Caídos, Bilbao cogió el relevo con aquella explosión de libertad que supuso la irrupción del inclasificable "La Otxoa" y su "Libérate" en las fiestas de la semana grande. Los cimientos frágiles de la Euskadi casposa comenzaron a resquebrajarse, y la nutrida mariconería y bollería que se escondía en los pliegues de sus faldas de transgénero comenzó a vivir en un régimen de libertad condicional, y empezó a organizarse y a reivindicar sus derechos. Al precoz EHGAM, superviviente en los países de las Españas -junto con el catalán FAGC- de los durísimos años setenta, se le sumaron los colectivos de lesbianas feministas, y, en épocas más benignas, en la segunda década de los noventa, Gehitu, que supo pillar ola para remar con ahínco y llevar a buen puerto nuestras reivindicaciones, y el colectivo bilbaíno Hegoak.

En las próximas elecciones vascas, todas las papeletas van a estar teñidas de rosa, en mayor o menor intensidad. Todas las opciones de izquierda (el Partido Socialista de Euskadi, la izquierda abertzale, Eusko Alkartasuna, y Ezker Batua-IU) asumen sin restricciones ni reservas la defensa de la igualdad, de la dignidad y de la libertad para gays, lesbianas, transexuales y bisexuales. También lo hace el PNV, un partido que, a la luz de sus alianzas europeas, se sitúa ideológicamente en el centro de liberales y democristianos progresistas. Al igual que Unidad Alavesa, una formación alavesista que ha estado integrada en la legislatura pasada en el Grupo Popular. Y, hablando del partido, del probablemente único partido que votará en las Cortes Generales en contra del derecho constitucional al matrimonio para las parejas formadas por dos mujeres o dos hombres, el Partido Popular, hemos de decir que en el País Vasco dicho partido es "gay-les friendly", con algunos dirigentes, como el alcalde vitoriano Alonso, decididamente partidarios de la adecuación del Código Civil al principio-derecho constitucional de igualdad.

Así las cosas, ¿es un paraíso Euskadi para gays, lesbianas y transexuales? Ciertamente no, porque no existe ningún lugar en el planeta donde la homofobia haya desaparecido y la orientación sexual o la identidad transexual constituya una circunstancia personal intrascendente. Yendo a aspectos más terrenales, hemos de hablar de cal y de arena. De que, por hablar de lo negativo, el Gobierno Vasco saliente se ha negado a incluir los procesos de reasignación de sexo de las personas transexuales en el catálogo de las prestaciones sanitarias. Pero hablemos de lo positivo: de la aprobación, por abrumadora mayoría de los parlamentarios, de una ley de parejas de hecho en mayo de 2003, que reconoce a las parejas lesbianas y gays el derecho a poder solicitar conjuntamente la adopción de menores; de los apoyos institucionales a campañas contra la homofobia, a jornadas y conferencias, a los actos del 28 de junio o al festival de cine gltb "Zinegoak"; y de la existencia de oficinas de información y atención para gays, lesbianas, transexuales y bisexuales, así como para sus familiares y amig@s en las tres capitales del País Vasco.

Continuando con lo positivo, hemos, también, de consignar el apoyo de tres administraciones públicas vascas (Gobierno Vasco, Diputación de Gipuzkoa y Ayuntamiento de San Sebastián) a una iniciativa novedosa y muy interesante de Gehitu, la campaña "lesgayzale", consistente, en una primera fase, en conseguir el compromiso de los comercios (un 80% de respuestas afirmativas durante el primer mes en San Sebastián) de asumir y promover valores de respeto y apoyo a gays y lesbianas, luciendo un llamativo adhesivo en el escaparate. Y hablando de valores, resulta ya improrrogable que el próximo Gobierno vasco promueva con fuerza en las escuelas el fortalecimiento de aquellos valores que garanticen el ejercicio de los derechos fundamentales a l@s adolescentes gays, lesbianas y transexuales, a l@s hij@s de familias homoparentales, y a las personas homosexuales y transexuales en general. La democracia no dejará de estar disminuida, incompleta, hasta que todos sus ciudadanos y ciudadanas puedan ejercer en pié de igualdad sus derechos fundamentales a la dignidad y a la libertad de desarrollarse como personas de conformidad con sus características personales y a su voluntad.

Iñigo Lamarca Iturbe
Arartekoa

Vitoria-Gasteiz, 2005eko apirila